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Nos han engañado: el tiempo no existe,
Sólo existen el viento, las rocas
el mar y la cresta de sus olas.
Sólo para nosotros existe el tiempo.
Sólo para nosotros viven las horas.
Sólo aquí, como aires firmes,
braman las rocas.
Sólo aquí, como penumbras sordas
a solas.
Solos estamos. Solos aquí, solos importantes
Solos sin árboles, sin verdes horas
solos sin fin, solos sin cosas
solos sin madre que nos parió, solos
y solas, sordos y sordas.
Solos estamos, creemos, como rocas
y solos creemos que andamos,
y lo que creemos creamos
y nos creemos que a solas
fabricamos las horas
como olas que hicieran soledades.
Tontos y tontas, tontos somos
si sólo creemos las cosas.
Tontos que no se paran, tontos que no escuchan
los lirios, la hierba, sus broncas;
el aire que mueven las alondras;
el movimiento del mar, el vaho de las tierras
y el suspiro que no oímos de las hojas
de los áboles mudos; el viento
expresivo de las sombras
de las noches solas.
Los huecos de las oquedades,
los vacíos de las selvas
y los puentes sin firmeza de las frondas.
El aire elocuente que no silba
sin las quietudes mudas de las rocas.
La quinta sinfonía de las ansias
de las almas que anhelan
su Dios a solas.
El bramido de los infelices que no se notan.
No podemos ser sordos
a los gritos de los animales
que nos llaman piafando, inocentes,
heridos de nuestras normas.
Solos vamos a estar si nos creemos a solas.
Todo nuestro ser aspira a aspirar la sombra.
Nadie quiere estar solo,
solo en el mundo inmenso.
Y las horas hacen nuestras soledades
del mar de olas y olas
y en la creencia verdeamos
y soleamos
con el sol de todos
horas y horas, como si fuera nuestro
y cantamos
por soleares
y a solas.
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