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Yo vivo alimentando el odio. Dicho así
parece algo terrible, pero no es para tanto.
En realidad es muy fácil: el odio se alimenta con miedo,
y yo aprendí a cultivarlo de pequeño.
Es un miedo oscuro, pegajoso, muy denso.
Además, para ayudarme, siempre me recuerdan
que si dejara morir a mi odio, moriría yo con él:
que somos la misma cosa, que es cuestión de supervivencia...
Y así toda la vida.
Ya sé que es mucho tiempo
pero todavía mi odio y yo nos estremecemos
cuando vemos tanto miedo, tan espeso
caer
directamente
desde mi boca
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