.
Me ha entrado un frío inmenso.
Entró por las rendijas, por los arrabales,
por una puerta abierta; no sé.
Entró como por naturaleza
y plantó sus reales encima mío.
Y me avisó: soy el definitivo;
y me hizo carantoñas, como pasando
por ser más leve.
Como nunca se sabe, yo le dije:
'eso ya lo veremos',
y me congeló con una risa absurda.
Y desde entonces aquí estoy yo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
a veces pareces de Triana, más que de Murcia.
Arrabalero mío, leyéndote reflexiono sobre la condenación, porque no sé si soy yo el que busco ese frío para diferenciarme o he sido condenado a padecerlo por algún ardid del destino o por una extraña conjunción de todo el atajo de vísceras que guardo.
Yo creo que hay hombres que están acostumbrados a pasar frío, a pesar de que les duele, viven en un páramo helado, como pastores trashumantes, siempre en movimiento para que sus huesos congelados no se quiebren.
¿Tu que opinas?
Que hay cada individua por ahí que lo deja a uno helado. Eso opino.
Hermosa opinión...
Publicar un comentario